jueves, 31 de julio de 2014

Palestina es Bantustán

Cuantas más vueltas le doy, más evidente me parece el paralelismo entre la Sudáfrica del apartheid y el llamado conflicto palestino-israelí. Los teóricos del apartheid (separación en afrikáans) concebían la existencia de dos comunidades políticas, que no es simplificar mucho reducirlas a los blancos y los negros. Los mejores territorios eran atribuidos al estado sudafricano (como medio de expresión de la nación afrikáner) y los marginales a una serie de pseudoestados no reconocidos internacionalmente (para las naciones negras) conocidos de forma peyorativa como bantustanes, a los que quedaban supeditados los negros aunque jamás hubiesen tenido residencia en esos territorios ni la fuesen a tener. De esta forma no se reconocía la ciudadanía a los negros a los que como extranjeros con un permiso de residencia sumamente restringido se les limitaba la circulación y multitud de derechos civiles básicos. De los derechos políticos y sociales ya ni hablamos. Era tal su falta de derechos que, cuando convenía, los negros eran expulsados de sus residencias y confinados en lugares tan tristementes conocidos como Soweto.
Afortunadamente, esta pantomima jurídica jamás fue reconocida internacionalmente y el perverso régimen del apartheid tras más de cuarenta años de infamia, al final cayó y a pesar a los grandes problemas que pueda tener la actual Sudáfrica, parece ser hoy un milagroso paraíso de convivencia multirracial, multiétnico y multilingüístico de la que el pueblo sudafricano puede sentirse orgulloso.
La diversidad en ese espacio minúsculo en el que huellan israelíes y palestinos es menor de la que ha presentado jamás Sudáfrica, y, sin embargo, la situación se ha enquistado sin que se pueda atisbar un final feliz. Sin entrar a valorar por el momento las determinantes cuestiones diplomáticas, la gran diferencia entre un caso y el otro, entre Palestina y Bantustán, es que desde el origen del conflicto se aceptó internacionalmente la separación en dos estados diferentes. Lo que la ONU no aceptó jamás para el engendro de Bantustán, lo fomentó para Palestina. No hace falta ser un experto en geografía humana para intuir que un estado palestino con esos territorios separados difícilmente será viable. No hace falta ser muy perspicaz para encontrar Gaza un confinamiento más inhabitable que Soweto. Y sin embargo, sesenta años después de la ocurrencia atroz de los dos estados todavía se oye a las voces biempensantes hablar del derecho de los pueblos palestino e israelí a tener cada uno su estado.
La solución al embrollo es evidente. Palestinos e israelíes lo que necesitan es un estado que garantice la paz, la convivencia y la prosperidad y Sudáfrica les demuestra que puede ser perfectamente compartido. Para ello hay que desprenderse de consideraciones nacionalistas que atribuyan al territorio y al estado la condición de expresión de determinada etnia o comunidad. Religión, lengua, raza, etnia no son condiciones necesarias para construir una comunidad política, para restringir o conceder los derechos de ciudadanía a alguien. Ojalá se den cuenta todos que tienen más a ganar que a perder reconociéndose entre ellos como conciudadanos. Dejarán de ser un oprobio para la humanidad para convertirse en un ejemplo.
Desgraciadamente, por el momento, no hay señal de que eso pueda ser así y sigue imperando la lógica de la fuerza. El apartheid disponía también de toda superioridad material como Israel, sólo un factor les separa: el creciente aislamiento internacional que tuvo que soportar Sudáfrica. Ese es el papel que le corresponde a la comunidad internacional. Ya, casi nada...

Abriendo una nueva etapa

Un blog es quizá una herramienta que ha quedado no sé si anticuada o pasada de moda. Sin embargo, me resulta todavía útil y atractiva para publicar los articulillos que  la inspiración me empuja a escribir. No es el primero en el que participo, ahí quedan los venerables (al menos para mí) Piso Franco y Ciudadanos del mundo, uníos que representaron un canal de expresión de antiguas etapas de mi vida. Sentía la necesidad de abrir una nueva etapa que no sé si considerar más madura pero sí diferente. El Piso Franco reflejó una etapa desenfrenada y divertida de mi vida, de la cual aprecio mucho que haya quedado registrada en un espacio tan bien delimitado. Es casi una obra de arte que reflejó un hogar, un espíritu y hasta creó su propia iconografía. Ciudadanos del mundo, uníos nació con una vocación militante de otros tiempos en la que ahora me cuesta sentirme reflejado. Lo siento como una parte de mi pasado (de la que tampoco reniego) y por eso necesitaba esta muda. Este nuevo blog, pues, nace con una vocación más personal, no sé si con menos pretensiones, en el que quiero plasmar sin que suenen desubicadas las variadas chorradas que tenga a bien escribir sobre cualquier cuestión. Se trataba de estar más cómodo y sentirse más reflejado. Yo qué sé.